El futuro de la IA no es una distopía predeterminada ni una utopía inalcanzable: es una decisión.
En esa tensión entre dos polos opuestos podemos elegir entre:
Un mundo corporativista, vigilado, desigual y fragmentado donde la IA es, o aparenta ser, una herramienta al servicio del poder, si es que formáis parte de ese poder, o preferís que alguien resuelva por ti porque creéis que eso es mejor para ti.
Una historia colectiva en el que la IA es herramienta, no cadena; en el que la tecnología sirve al bienestar común; en el que la política vuelve a ser pacto social y no mercado de favores; en el que el rigor científico es una evidencia que destruye el negacionismo sobre la realidad del clima.
No será fácil ni rápido. Pero es posible.
Y empieza —literalmente— con abrir los ojos y empezar a que todos y todas seamos adultos.
Lo que viene es serio, complejo y exige acción.
En el peor de los casos:
Sesgos y discriminación.
Desinformación y manipulación.
Pérdida de privacidad.
Dependencia excesiva de la automatización.
Impacto económico y laboral.
Ciberataques potenciados por IA.
Falta de transparencia.
Monopolización tecnológica.
Si, es complejo, y como tal se exige acción:
Regulación real sin complejos ante la presión de cualquier tipo de lobby.
Políticas que protejan el empleo y la demanda, dando soluciones a la transformación del trabajo desde la integración, donde cada parte visibiliza la realidad en lugar de lanzar mensajes de autocomplacencia: La comunidad siempre por encima de cualquier sigla.
La formación desde la escuela en la IA, como una herramienta más, además de canalizar talentos en las alternativas laborales.
Límites al poder corporativo desde el respeto mutuo.
Transparencia total entre los contratos públicos y las corporaciones dominantes de la IA.
Uso de la IA orientado al bienestar social.
No al control ni al lucro inmediato.
No todo está perdido, pero tampoco todo está garantizado.
Si seguimos anestesiados por mundos maravillosos con fondos recreados al mejor gusto, influencers vociferando ruido, o mensajes del mercado que nos convencen de que es fácil vivir de forma confortable y, en su arrebato, proponen vivir en el lujo o si queremos que nuestros políticos mientan como si fuese un requisito laboral, entonces sí, puede que nos creamos que ELYSIUM es nuestra película favorita, y nosotros los personajes que viven en una estación espacial utilizando las tecnologías y las IAs más fantásticas para poder vencer hasta la muerte o permanecer en el idilio de la felicidad permanente.
¿Pero qué pasa si somos uno de esos pobres que viven en pobres ruinas superpobladas?
No sólo hemos de levantar la cabeza, hemos de hacer ruido, votar no sólo con el corazón o “el contra el otro” sino con la exigencia de los hechos y sus soluciones, exigiendo claridad y evidencias, dejando claro que la sociedad no es un recurso a optimizar a favor de una parte sino un proyecto común… y que la ruta debe de cambiar.
Con la capacidad de la IA para recopilar, analizar e interpretar un gran volumen de datos, surgen importantes preocupaciones y, también, esperanza.
La clave está en a quién sirve la IA:
¿Al poder?
¿A la ciudadanía?
El poder es la capacidad de influir o dirigir el comportamiento de otros y otras (personas, empresas, instituciones…).
El Estado es una forma particular de organizar ese poder de manera institucionalizada y soberana.
La relación con la ciudadanía es una relación de consentimiento y control, donde los ciudadanos y ciudadanas otorgan legitimidad al poder estatal a través del voto, y a su vez, tienen derechos y deberes y pueden ejercer control sobre sus gobernantes.
Al menos eso es lo siempre nos han contado, pero ¿es ese poder del que estamos hablando?
Parece que las cosas están cambiando, o han cambiado sin que nos demos cuenta porque el poder aparece disfrazado de mil maneras. Cuando se le retira la máscara se descubre que en muchos casos esconde una bestia enorme, tan grande que parece un monstruo que nos puede producir tanto miedo como fascinación.
Ese poder es el de las corporaciones, y ha creado un nuevo modelo: la CORPORATOCRACIA.
En esa relación el Estado y los ciudadanos están obligados a subordinar su interés público a favor de los intereses corporativos, donde las grandes empresas influyen o controlan las decisiones políticas para su propio beneficio, en detrimento del bienestar general, debilitando la soberanía popular y los derechos de la ciudadanía.
Se abre el debate para dar soluciones, y da igual de donde vengan. Lo importante es donde van: ¿cuáles son las propuestas?
Si lo pasamos por el transversal de que la IA no debe estar al servicio del poder sino de la ciudadanía, el camino ya está muy andado.
No todo está perdido, pero tampoco todo está garantizado.
Más caminos que recorrer:
Crear narrativa pública clarificadora: no basta con alarmar, hay que explicar la cadena (inversión → desempleo → demanda → burbuja) con datos, diagramas, que se vean como si fuesen el storyboard de un cómic distópico.
Proponer políticas reales: impuestos a la automatización, cláusulas de re-empleo, programas de Renta Básica Universal (y Global), test de impacto social para cada despliegue masivo de IA. Que no sea solo discurso, sino plan.
Transparencia y vigilancia: mapear contratos entre corporaciones tecnológicas y gobiernos. Exponer quién está apuntalando la vigilancia estatal con inteligencia artificial y con qué objetivos.
Movilización global: este no es un problema técnico, es un problema político, social y moral. Se necesita presión civil para que los estados no entreguen el futuro a los TECNOBROS que buscan rediseñar sistemas sociales, económicos y políticos a partir de su riqueza y sus gigantescas empresas, donde nos proponen modelos alternativos de orden que califican como “iliberales” o “eléctricos”, a través de mecanismos como la manipulación institucional, la erosión gradual de derechos, el autoritarismo competitivo o electoral, y el debilitamiento del Estado de derecho.
Conclusión:
La partida no está perdida, pero exige que dejemos de comportarnos como NPCs, esos personajes de videojuegos que cumplen funciones fácilmente identificables pero que no tienen personalidad, y se utilizan por conveniencia del propio juego, sin más.
Y llegados a este punto:
¿Entendéis por qué en TODO ES SINGULAR se cree que es vital el NEGOCIO COMPARTIDO?
¿Por qué se crea SUMMAX como un catalizador socio-económico para estos tiempos complejos?
Pensemos en que tener millones de euros en un mundo en llamas: ¡NO SIRVE DE NADA!
Si queremos un mundo mejor es necesario que los sueños se materialicen en realidades que nos hagan avanzar.
Contamos contigo.
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